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canasto de gatos

telonear la gran mentira

Usar el arma empolvada

lunes, febrero 25, 2008

He tenido muchos meses, más de medio año para pensar en qué escribir en un nuevo posteo para este blog. A veces creí haber encontrado el tema. Otras veces, lo que no encontré fueron las ganas, el cómo o la forma de expresarlo y escribirlo, y es que creo que por momentos, la bencina neuronal se me acababa y a duras penas, me daba para el trabajo - tuve tres trabajos en distintos lugares durante todo este tiempo-, el que dicho sea de paso, tiene que ver con letars escritas por mí, pero casi siempre con ideas y apreciaciones ajenas.

Tanto fue el ejercicio de lidiar con ideas externas, que llegue a la conclusión, de que no podía perder la oportunidad de tener este espacio. "Uff, qué iluminado este tipo", dirán. Pero es que he hurgueteado por mil blogs, fotologs, flickr, sitios, diarios, y creo que está más lleno de discursos e ideas que no me gustan que de aquellas que me agradan. Y resulta que veo que tipos o grupos que piensan menos que yo, se esmeran menos que yo, trabajan menos que yo, son medianamente leídos y respetados (ojo, que yo considere que pueda hacer algo mejor, no necesariamente es mirarlos de soslayo).

Y como el libro de visitas de este blog arroja que, pese a que estuvo inactivo, una cantidad no despreciable de visitantes pasó de vez en cuando para ver si es que aquí había algo nuevo, vamos a buscar poner acá eso mismo: actualizaciones frescas.

Si me agasajan con algunos posteos no me quejo, que desde ya preparo unos cafés y me largo a escribir.
posted by Bic desangrado, 8:39 p. m. | link | 8 comments |

Blá Blá Bláh… (o las noticias de lejos)

lunes, julio 02, 2007


… es el único título que le puedo poner a esto. No tengo más que decir sobre mi ausencia en este blog y las razones que me adormecieron las neuronas para escribir. Sí me sorprendí gratamente al ver crecer las visitas aún cuando tenía este local vacío. Personalmente, estaba teniendo mucho que decir, pasando frío, resolviendo parte de mi presente y futuro laboral y buscando un par de cosas sobre las cuales opinar.

Había pensado en hablar de lo lejanas que nos parecen las noticias cuando no las vivimos, por crueles que sean; tanta repetición de imágenes genera, además de aburrimiento, cierta anestesia frente al problema. Siempre el atentado a las Torres Gemelas me pareció una gringuería más, por más gente muerta que hubiese. Y es que ese tono solemne megalómano con que se lo tomó el aparto oficial yankee, no hacía más que generar repulsión mientras hipersensibles de todo el mundo veían decaer sus ánimos y replanteaban sus vidas. Yo lo lamenté, mucho, pero no me dolió más que otras cosas. Lo mismo me pasa ahora al ver las colas, el fastidio y el hastío de los santiaguinos por el Transantiago. Digamos, a ratos entra a darme lo mismo. Me acuerdo en seguida de quienes miran por encima del hombro a las regiones, y un provincialista como yo no puede más que pensar en reírse como Nelson de Los Simpson. Y mientras más repiten por la televisión las imágenes de descontento, más se nos hinchan aquellas de abajo y más repulsión nos genera un tema del que no queremos saber. Sin embargo, cuando me acuerdo de la gente de a pie, de cliché del caso humano de las noticias (no menos real, como quienes pierden el trabajo por llegar tarde o que deben viajar horas sin tener tiempo para hacer la vida casera que yo sí puedo llevar) y de cómo hizo mal su pega la gente a cargo de crear el sistema, me entra la misma rabia, pena y emputecimiento que a todos. Tal como ver un cadáver a los pies del World Trade Center.

También, distraídamente, no sé si llenando un carro de supermercado o fumando un cigarro que pensé, como muchos deben haber pensado antes, yo divagué un par de cosas sobre lo poco que gastan nuestros medios de comunicación en llenar sus pautas con cualquier tontera. Y resulta que venden mucho. Nunca se habían vendido tantos diarios como hoy en día (pregúntenle a la gente de Las Últimas Noticias), pero de seguro, nunca habían gastado tan poco en armar la parrilla del día. Es más, para los periodistas, es miel sobre hojuela. Basta ver la tele, saber de qué se trató tal o cuál programa, y rogar a que se escape un pezón de un escote o tomar apuntes de programas como Rojo, SQP, CQC, El Diario de Eva, o cualquier otro, que a su vez, se aprovecha de eventos que hacen o protagonizan otros, para nutrir sus pantallas. En Rojo, recogen a cabros en busca del estrellato para pagarles el mínimo y recibir jugosas cantidades de vuelta. En SQP, todo sea por la carroña, cualquier ex polola, ministro de fe, jalero en rehabilitación, moco colgando, borrachera, acueste o desacueste, sirve para ser inflado con un bombín infalible. CQC (el mejor pensado, dentro de los que nombré al azar), va a tratar de sacarle los choros del canasto a cualquiera con tal de desnudar a los malhumorados. Y El Diario de Eva, bláh…

Podría dar más lata con los ejemplos que se me ocurrieron (el mejor era sobre los backstages que los propios canales hacen de sus programas en otros programas), pero me taparon la boca. Cuando supe cuánto llegaron a pagar ciertos medios (como la mismísima revista SQP) por las fotos de la Bolocco en topless, me patearon la mandíbula. Aunque el gasto desembolsado, no iguala al excremento diario al que nos someten ni en la más mínima cantidad.

Esperaré a que salga un ejemplo claro y que me respalde para largarme sobre ambos puntos. Fueron las dos únicas cosas que pensé cuando me acordé de este blog en los últimos tres meses. Para que vean que esto es bla blá y pocas nueces. Pero no se preocupen, de poco me iré puliendo.

De post data, un guiño necesario y humilde homenaje al tricampeonato de Colo Colo.




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posted by Bic desangrado, 11:36 p. m. | link | 5 comments |

Quedarse callado

miércoles, marzo 14, 2007


Me decidí a volver a publicar. Lo tenía proyectado desde, más o menos, un mes después de consumada mi desaparición. La idea era tomar unos días de respiro, y de ahí en más, ponerme a escribir sobre el cansancio, la llegada de un nuevo año, el amor, el odio, la calvicie, los desórdenes en el sueño, adicciones y lesiones óseas. Todas, cuestiones que estaban (algunas aún están) dando vueltas a mi alrededor.

La matriz de todo eso sería el nuevo año: el iluso pensamiento -pero siempre abierto para aferrarse- de que cuando se renuevan los ciclos temporales formales –digamos, proyectados en un calendario-, puede también renovarse, reiniciarse o formatearse uno mismo. Pero no. Al menos en mi caso, los años pueden terminar dos meses antes o dos meses después, me da lo mismo empezar mal un lunes sabiendo que hay un martes y un miércoles, y muchas veces me termina dando lo mismo a qué hora se inicia o se cierra el día. Pero para este año, necesitaba rebobinar la cinta y empezar grabar encima de ella, otra vez y con mejor imagen/sonido.

Como sospecharán, nada pasó como hubiese querido, si se trata de formateos y de mi idea de no abandonar el blog. Y es que sobrevino la necesidad de quedarme callado. Callado y sin pensar mucho. Callado sin estar haciendo el ejercicio mental del que se calla para volver en grande con una alocución elocuente. Con los sesos en el congelador, sólo podía darme cuenta de lo cansado que estaba, y que son pocas las alternativas ante esa apatía. Tal vez, la única sea el esperar a que se pase. No valen los esfuerzos por querer salir al mundo como un tigre enjaulado, porque a media cuadra de la jaula se puede estar con ganas de sentarse un rato o quedarse tirado en la esquina. Aún cuando alrededor pululan las ofertas de aquello que a uno debiera levantarle las ganas.

Me repugnó ver noticias. Si había un partido de la quinta división de cualquier lugar de Asia, dejó de importarme. No me esmeré mucho en escoger la música que iba a andar trayendo en el pendrive. Leí un par de libros entretenidos, pero tampoco tanto. No me podía parecer más insulso leer los diarios y tener que enterarme de “lo importante”. Daba lo mismo tener opinión una u otra cosa. En realidad, haciendo o dejando de hacer ese tipo de cosas y una serie de otras, el panorama no cambiaba mucho a mi alrededor: seguía en el mismo departamento, con las mismas cosas, seguía mi desorden horario, las malas comidas, el carrete sin freno torpedero, las pichangas de todas las semanas y mis viajes a la casa de mi familia para tomar aire e hibernar más, debajo de todo el estado general de hibernación.

Entonces, no pasó mucho antes de que en realidad, no supiera qué leer en Internet, de qué escribir en este blog, qué música bajar, con quién hablar y qué ver en la televisión. Y en tiempos en que las gónadas nos crecen de tanto Transantiago, niños secuestrados, noticias mal presentadas y bandas que prometen mesianismo musical desde Inglaterra y son puro bluff, creo que el sentimiento de “estar-preocupado-de-lo-que-pasa-alrededor” es perfectamente empatable a permanecer casi vegetal. A preocuparse mejor de ver SQP, calentarse con la Olivarí bajándose los calzones, atender al Festival de Viña, sacarse los mocos tendido en la cama, fumar mirando por la ventana, jugar en el computador, no afeitarse y no arreglarse la quemada a lo camionero.


Hice casi todo eso y dio lo mismo. El problema es que en algún minuto, uno vuelve a ser uno y no hay mucho remedio ante eso. Y no es mejor ni peor que lo otro. Entonces, se viene todo el proceso, no de tomar las riendas, porque es estética y prácticamente anticuado. Hoy, la cosa es algo así como agarrar un control de playstation, más incómodo y con mil botones que tienes que volver a saber para qué sirven, o simplemente, conocerlos en el momento.

Y en eso estamos. Jugando con el (des)control.
posted by Bic desangrado, 4:51 a. m. | link | 5 comments |

viernes, diciembre 15, 2006


Dejar el cigarro fue una pelea perdida. Querer dejar el café fue lo mismo. Sanarme del estómago nunca lo logré. Limpiar mi mente fue un triunfo que duró un minuto. Y el pleito más duro de todos ha sido por lograr hibernar. Ir donde no haya trabajo ( y sus tonteras), hayan menos amigos (con sus respectivas tonteras presentes) y estar donde mi gente no se preocupe de que voy a estar mal. No tener que cumplir con nada al final del día. Importar mucho menos de lo poco que uno importa y que todo lo demás, me importe un bledo.

Si aprender a ponerme un par de guantes de box no costara trabajo, entrenamiento e inteligencia de movimientos, lo haría ahora mismo. Y sin protectores bucales. Sin zapatos. Y si no hay rival, me agarro a cabezazos yo mismo contra una esquina del cuadrilátero y me rompería las correas neuronales una por una

Una por una

Una por una

Una por una

Una por

Una

Hasta que no quede mente
posted by Bic desangrado, 10:49 p. m. | link | 4 comments |

miércoles, noviembre 15, 2006

LOBO DE MAR ANCLADO EN LA CIUDAD...

















... cansado de olvidar una mujer en cada puerto.



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posted by Bic desangrado, 2:40 a. m. | link | 3 comments |

Fantasmas doblan la esquina

viernes, noviembre 03, 2006


Doy vueltas por una feria de navidad en la que no compraré nada. Estoy metido en un sector conocido y reconocible por los cartereos a la orden del día, pero es también la mejor picada para encontrar cualquier baratija de segunda mano, celulares de procedencia precisa (no diría dudosa), ropa, repuestos de automóviles, etc. Es diciembre y cualquier juguete de moda, en versión pirata y/o económica, se encuentra aquí. No tengo plata para comprar ningún regalo a mis sobrinos y lo poco que tenía lo invertí en algo para mis brujas. Sólo atino a quedarme viendo un puesto de camisetas de fútbol, réplicas falsas de equipos de todo el mundo, todas de diseño mal copiado, salvo una, que por insistencia, la vendedora me termina mostrando. Le digo que vuelvo más tarde. Me dice que el puesto estará ahí al menos tres días más. Salgo de en medio, camino la vereda lateral y detrás de los toldos de los locales temporales que forman el mercado navideño , hay un topless; la música que sale desde dentro hace creer que la pista arde. Saco la última luca que me queda(no, no para entrar) y compro en un carro un vaso de mote con huesillo. No alcanzo a terminar el primero y pido el segundo. Tengo los pantalones empapados de transpiración de tanto caminar. De todas maneras, me voy a pie a casa. Stop. Temuco. 2?-12-2004






El pasto de la plaza hace una pausa justo donde estoy parado. Somos tres o cuatro niños encima de ese pedazo pelado del césped. Está justo delante del monumento. Es más bien un busto, al que tenemos que mirar para arriba. La cabeza del sujeto inmóvil hace creer, que de no ser porque está esculpida sobre piedra oscura, el tipo está palideciendo de miedo o tristeza. Mientras, nosotros, desde abajo en la pausa de tierra, creemos estar sobre la tumba de Arturo Prat, el mismo tipo que no nos mira, con los ojos perdidos contra un horizonte nulo frente a la plaza . Stop. Castro. ¿?-¿?-1988




Escondidos en una escalinata pegada al borde de la costanera, abrimos la quinta o sexta botella de cerveza. Ya oscureció y nadie se dio cuenta de que estábamos ahí. Somos dos y otros dos vuelven de comprar. Hace frío y no importa. El río comienza a exudar la humedad que se transformaría en musgo sobre nosotros de no ser porque somos visitantes. Hablamos de cosas entretenidas. Hablamos de cosas terribles. Nos contamos historias iguales a las que ya nos sabemos de nosotros mismos, pero que en realidad son historias diferentes. Todo difiere. Tengo un teléfono nuevo y le queda un buen resto de saldo para llamar. Hablo con mi primo. Me entra una nostalgia falsa y llamo a una niña que es de mí cualquiera cosa menos lo que terminó siendo: polola. Había logrado escurrirme para hablar tranquilo, pero me van a buscar mis amigos y uno intenta quitarme el teléfono. El otro lo detiene y los dos caen al suelo. Uno se golpea la cabeza contra el cemento. Un golpe suave, por suerte. Stop. Valdivia.¿?-¿?-2001.






Todo podría quedar en el mismo lugar. En la misma ciudad, digamos. Es lo que me dice lo que tengo dentro de la cabeza mientras me doy vueltas en la cama. Cada cual tiene una ciudad propia. Y me niego al no poder tener la mía dentro de la tapa de mis sesos. Una ciudad que no aspira a ser capital de nada. Aquí dentro, tengo algo que observa los destinos de sus calles pero que no los dirige; la más diligente de las municipalidades. La policía suele llegar tarde y yo mismo se lo agradezco. No tengo idea qué clase de ciudad, pueblo (o sus antónimos) tendrán otros dentro de sus cabezas. Lo cierto es que mis pocos años tienen unas cuantas esquinas, un par de avenidas, pasajes, tomas ilegales, barrios altos, barrios bajos y basurales.

De a poco, las calles han sido bautizadas. Con el correr del tiempo. Los episodios, pulcros, formales o cínicos, tienen forma de villas de lindas casas armadas en serie con jardines de pasto corto, perros en el patio y familias de 4 integrantes viviendo dentro.

En algunas calles, cuelgan hojas con mi cara. No dicen se busca. Dicen hasta pronto. Si me reconocen, en algunos pasajes me golpearían. Y es mi culpa por no haber dejado buen recuerdo entre los residentes. Prefiero llevar mis pasos a la feria de abastos, cerca de donde vivo: la casa frente adonde atiendo un kiosko en el que vendo cigarros sueltos a los escolares sin ningún asco. Pero en realidad mi negocio es otro y es ilegal, detrás de la fachada de ese puesto de revistas y diarios.

Hace poco descubrí, paseando en bicicleta, que hay un basural más hediondo y más grande de lo que creí. Me metí a andar por el medio y agarré una buena carga de infecciones. Me advirtieron de que un par de alienados viven entre medio de cerros de material pestilente y salen persiguiendo a los intrusos con garrotes en mano. Si tienes suerte, te pueden entretener con deliciosas incoherencias.

El bar donde me emborracho queda cerca del terminal de buses. El dominó y el cacho son los deportes predominantes. Las apuestas que corren han dejado a más de alguno sin un puto peso y con una larga cuenta de tragos impaga, que generalmente, pagamos los que ganamos siempre. Jugamos y bebemos hasta quedarnos dormidos sobre las mesas. Los casados entran por la puerta trasera los días de paga, para no despertar sospechas de sus señoras sobre dónde están pelando la billetera.

La cárcel queda entre dos calles que llevan, una el nombre de la mina que cuando chico me hizo llorar más, contra la esquina de la tipa que no me importó. En esa intersección, terminé una vez gritando, en medio de un cementerio de colillas de cigarros, por otra tipa con la que viví no sé si uno, dos o seis meses.

Mi infancia es el rectángulo (desde una vista aérea, porque desde abajo sólo puedo ver una explanada de varios kilómetros) de pasto, árboles y escondites más descuidadamente hermoso de mi propia Plaza de Armas. La avenida principal que pasa por el frente, tiene el nombre de mi abuelo materno. La casa gigante y fastuosa que se planta frente al fin de la avenida, dicen que tiene el nombre de mi vieja.

El camino al puerto (sí, tiene mar) es de tierra y lo abrió mi viejo, a machetazos contra unas matas de arbustos rebeldes: quedó un amplio sendero de tierra. Mi profesora de primero básico es concejal y una autoridad proba, y no le guiña el ojo a platas mal avenidas. Mi hermana instaló en un sitio eriazo un parque de diversiones de esos que suelen recorrer regiones enteras durante los veranos; ella compró los juegos y tres veces por semana deja que los pendejos pasen gratis.

Una amiga que murió cuando éramos niños, se levantó para demoler el cementerio. Se llevó a los muy muertos, a los poco muertos y a los recién muertos, con carnes carcomidas y huesos roídos a cuestas, a vivir a un cerro desde donde suelen escucharse carcajadas.

El estadio se llama como un niño que murió antes de cumplir los 12. El equipo gana cada domingo sin apelación.

Fuera de esta ciudad intracerebral, hay barrios en los que tú ni yo podemos caminar completamente tranquilos. Dentro de mis parietales, tampoco. Tengo mis propios barrios de temer. No podría pasearme por ahí porque mis propias cavilaciones, miserias y culpas, sacarían cuchillo sin siquiera pedirme un cigarro o la moneda que quisiera darles. No sería necesaria la imagen de un matón angustiado por pasta o copete. A los “macheteros” que llevo dentro no soy capaz de responderles.

Y pese a que no soy una autoridad formal dentro de la ciudad, ni tampoco demuestro ser un potentado de dinero, parezco tener algo así como un poder moral. La duda está en reconstruir el cementerio o buscar a la tipa por la que terminé en las puertas de la cana. La duda pasa por ampliar el estadio o guardar y abultar más mi cuenta en el banco en base a juegos del bar. El dilema está en irme con los muertos del cerro o con los locos del basural. O definitivamente, sacar el cuchillo y clavar puñaladas antes de que me golpeen, me roben o me pidan cigarros en la larguísima y mundanal calle donde no tienen la más mínima intención de volverme a ver.

posted by Bic desangrado, 6:19 a. m. | link | 1 comments |

jueves, octubre 19, 2006

posted by Bic desangrado, 12:08 a. m. | link | 3 comments |