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canasto de gatos

telonear la gran mentira

Fantasmas doblan la esquina

viernes, noviembre 03, 2006


Doy vueltas por una feria de navidad en la que no compraré nada. Estoy metido en un sector conocido y reconocible por los cartereos a la orden del día, pero es también la mejor picada para encontrar cualquier baratija de segunda mano, celulares de procedencia precisa (no diría dudosa), ropa, repuestos de automóviles, etc. Es diciembre y cualquier juguete de moda, en versión pirata y/o económica, se encuentra aquí. No tengo plata para comprar ningún regalo a mis sobrinos y lo poco que tenía lo invertí en algo para mis brujas. Sólo atino a quedarme viendo un puesto de camisetas de fútbol, réplicas falsas de equipos de todo el mundo, todas de diseño mal copiado, salvo una, que por insistencia, la vendedora me termina mostrando. Le digo que vuelvo más tarde. Me dice que el puesto estará ahí al menos tres días más. Salgo de en medio, camino la vereda lateral y detrás de los toldos de los locales temporales que forman el mercado navideño , hay un topless; la música que sale desde dentro hace creer que la pista arde. Saco la última luca que me queda(no, no para entrar) y compro en un carro un vaso de mote con huesillo. No alcanzo a terminar el primero y pido el segundo. Tengo los pantalones empapados de transpiración de tanto caminar. De todas maneras, me voy a pie a casa. Stop. Temuco. 2?-12-2004






El pasto de la plaza hace una pausa justo donde estoy parado. Somos tres o cuatro niños encima de ese pedazo pelado del césped. Está justo delante del monumento. Es más bien un busto, al que tenemos que mirar para arriba. La cabeza del sujeto inmóvil hace creer, que de no ser porque está esculpida sobre piedra oscura, el tipo está palideciendo de miedo o tristeza. Mientras, nosotros, desde abajo en la pausa de tierra, creemos estar sobre la tumba de Arturo Prat, el mismo tipo que no nos mira, con los ojos perdidos contra un horizonte nulo frente a la plaza . Stop. Castro. ¿?-¿?-1988




Escondidos en una escalinata pegada al borde de la costanera, abrimos la quinta o sexta botella de cerveza. Ya oscureció y nadie se dio cuenta de que estábamos ahí. Somos dos y otros dos vuelven de comprar. Hace frío y no importa. El río comienza a exudar la humedad que se transformaría en musgo sobre nosotros de no ser porque somos visitantes. Hablamos de cosas entretenidas. Hablamos de cosas terribles. Nos contamos historias iguales a las que ya nos sabemos de nosotros mismos, pero que en realidad son historias diferentes. Todo difiere. Tengo un teléfono nuevo y le queda un buen resto de saldo para llamar. Hablo con mi primo. Me entra una nostalgia falsa y llamo a una niña que es de mí cualquiera cosa menos lo que terminó siendo: polola. Había logrado escurrirme para hablar tranquilo, pero me van a buscar mis amigos y uno intenta quitarme el teléfono. El otro lo detiene y los dos caen al suelo. Uno se golpea la cabeza contra el cemento. Un golpe suave, por suerte. Stop. Valdivia.¿?-¿?-2001.






Todo podría quedar en el mismo lugar. En la misma ciudad, digamos. Es lo que me dice lo que tengo dentro de la cabeza mientras me doy vueltas en la cama. Cada cual tiene una ciudad propia. Y me niego al no poder tener la mía dentro de la tapa de mis sesos. Una ciudad que no aspira a ser capital de nada. Aquí dentro, tengo algo que observa los destinos de sus calles pero que no los dirige; la más diligente de las municipalidades. La policía suele llegar tarde y yo mismo se lo agradezco. No tengo idea qué clase de ciudad, pueblo (o sus antónimos) tendrán otros dentro de sus cabezas. Lo cierto es que mis pocos años tienen unas cuantas esquinas, un par de avenidas, pasajes, tomas ilegales, barrios altos, barrios bajos y basurales.

De a poco, las calles han sido bautizadas. Con el correr del tiempo. Los episodios, pulcros, formales o cínicos, tienen forma de villas de lindas casas armadas en serie con jardines de pasto corto, perros en el patio y familias de 4 integrantes viviendo dentro.

En algunas calles, cuelgan hojas con mi cara. No dicen se busca. Dicen hasta pronto. Si me reconocen, en algunos pasajes me golpearían. Y es mi culpa por no haber dejado buen recuerdo entre los residentes. Prefiero llevar mis pasos a la feria de abastos, cerca de donde vivo: la casa frente adonde atiendo un kiosko en el que vendo cigarros sueltos a los escolares sin ningún asco. Pero en realidad mi negocio es otro y es ilegal, detrás de la fachada de ese puesto de revistas y diarios.

Hace poco descubrí, paseando en bicicleta, que hay un basural más hediondo y más grande de lo que creí. Me metí a andar por el medio y agarré una buena carga de infecciones. Me advirtieron de que un par de alienados viven entre medio de cerros de material pestilente y salen persiguiendo a los intrusos con garrotes en mano. Si tienes suerte, te pueden entretener con deliciosas incoherencias.

El bar donde me emborracho queda cerca del terminal de buses. El dominó y el cacho son los deportes predominantes. Las apuestas que corren han dejado a más de alguno sin un puto peso y con una larga cuenta de tragos impaga, que generalmente, pagamos los que ganamos siempre. Jugamos y bebemos hasta quedarnos dormidos sobre las mesas. Los casados entran por la puerta trasera los días de paga, para no despertar sospechas de sus señoras sobre dónde están pelando la billetera.

La cárcel queda entre dos calles que llevan, una el nombre de la mina que cuando chico me hizo llorar más, contra la esquina de la tipa que no me importó. En esa intersección, terminé una vez gritando, en medio de un cementerio de colillas de cigarros, por otra tipa con la que viví no sé si uno, dos o seis meses.

Mi infancia es el rectángulo (desde una vista aérea, porque desde abajo sólo puedo ver una explanada de varios kilómetros) de pasto, árboles y escondites más descuidadamente hermoso de mi propia Plaza de Armas. La avenida principal que pasa por el frente, tiene el nombre de mi abuelo materno. La casa gigante y fastuosa que se planta frente al fin de la avenida, dicen que tiene el nombre de mi vieja.

El camino al puerto (sí, tiene mar) es de tierra y lo abrió mi viejo, a machetazos contra unas matas de arbustos rebeldes: quedó un amplio sendero de tierra. Mi profesora de primero básico es concejal y una autoridad proba, y no le guiña el ojo a platas mal avenidas. Mi hermana instaló en un sitio eriazo un parque de diversiones de esos que suelen recorrer regiones enteras durante los veranos; ella compró los juegos y tres veces por semana deja que los pendejos pasen gratis.

Una amiga que murió cuando éramos niños, se levantó para demoler el cementerio. Se llevó a los muy muertos, a los poco muertos y a los recién muertos, con carnes carcomidas y huesos roídos a cuestas, a vivir a un cerro desde donde suelen escucharse carcajadas.

El estadio se llama como un niño que murió antes de cumplir los 12. El equipo gana cada domingo sin apelación.

Fuera de esta ciudad intracerebral, hay barrios en los que tú ni yo podemos caminar completamente tranquilos. Dentro de mis parietales, tampoco. Tengo mis propios barrios de temer. No podría pasearme por ahí porque mis propias cavilaciones, miserias y culpas, sacarían cuchillo sin siquiera pedirme un cigarro o la moneda que quisiera darles. No sería necesaria la imagen de un matón angustiado por pasta o copete. A los “macheteros” que llevo dentro no soy capaz de responderles.

Y pese a que no soy una autoridad formal dentro de la ciudad, ni tampoco demuestro ser un potentado de dinero, parezco tener algo así como un poder moral. La duda está en reconstruir el cementerio o buscar a la tipa por la que terminé en las puertas de la cana. La duda pasa por ampliar el estadio o guardar y abultar más mi cuenta en el banco en base a juegos del bar. El dilema está en irme con los muertos del cerro o con los locos del basural. O definitivamente, sacar el cuchillo y clavar puñaladas antes de que me golpeen, me roben o me pidan cigarros en la larguísima y mundanal calle donde no tienen la más mínima intención de volverme a ver.

posted by Bic desangrado, 6:19 a. m.

1 Comments:

Siempre inventando ciudades con tu alma de gitanillo. Me gustó el post pero ahora deberías incluir Osorno, y si sigues así cuando estés en Arica me cuentas y te hago una visita jajajaja
Debo admitir que te envidio eso, pero si todo sale como quiero el otro año estaré gitaneando hacia el sur, igual que tú.
commented by Anonymous Anónimo, 7:14 p. m.  

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