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canasto de gatos

telonear la gran mentira

miércoles, agosto 30, 2006

posted by Bic desangrado, 2:33 p. m. | link | 1 comments |

Se va de las manos

viernes, agosto 25, 2006


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posted by Bic desangrado, 10:29 a. m. | link | 0 comments |

Semana bipolar

jueves, agosto 24, 2006


Todavía me da vueltas la conversación que sostuve con mi hermana ( a quien llamaré C) y su novio (llamado J_C) dos domingos atrás. Salí de la pieza para hacer té y me quedé en la cocina por cuatro horas junto a ellos dos, recorriendo quién sabe qué temas, donde mi cuñado tomó más la postura de escuchar y sonreír que de intervenir, ya que junto a C en un minuto monopolizamos la conversación, la mayoría de las veces, para comentar la jocosa existencia de algunos personajes del lugar donde vivíamos antes. Y luego la existencia de sus ex-compañeros de curso, después de los míos, después del hermano de uno de los de ella, de una antigua novia mía y tras cartón, de un colega del pololo de mi hermana (osea, de J_C). La conversación duró hasta que él tuvo que ir a tomar el bus. C y yo nos retiramos; yo sin sueño, aún cuando ya estaba más cerca de amanecer que de que la oscuridad se sostuviera en pie, por lo que opté por tratar de dormir, infructuosamente.

Ese día decidí que iba a comentar esa conversación aquí, pero pasó más de una semana y no había subido algo nuevo, y ya no recuerdo tan patentemente los detalles del diálogo, pero recuerdo que me hizo bien. Creo que porque en vez de comer antes de dormir, uno debiera desembuchar, osea, largarse un poco. Ojalá sobre un tema poco conflictivo, sólo contar una historia con principio y final y listo, que cuente la suya el siguiente, te haga reír, y luego el que viene. Sin fumar, sin beber, sin comer. Lo oíste y listo. Lo contaste y ya.

Creo que me dormí cerca de las 8 AM, pero logré despertarme antes de que la hora fuese vergonzosa. En ese minuto, pensé que debía escribir acá sobre la negativa de Renovación Nacional a aceptar un plebiscito que dirima el futuro del sistema binominal; hablar sobre democracia no cuesta nada, pero mostrar la hilacha tampoco. El partido que en su nombre nos asegura nuevos bríos para la patria, después de tener al más winner de los candidatos presidenciales e intentar (creo que con éxito) convencernos de su modelo libertario ( a nivel individual y comercial) progresista, oía una propuesta, más bien un esbozo ante el cual no pudo más que poner el grito en el cielo (el plebiscito en cuestión), porque parte del papel higiénico en que el innombrable escribió su constitución aún le sirve para cubrirse las espaldas. Más les importa su validez partidista (cuestión que no asombra a nadie); ante las declaraciones de sus personeros, archívese, escríbase y divúlguese, por favor.

Pero no. No era eso de lo que debía escribir, porque la vieja se fue pasando por los días. ¿Los colgaditos de Parra? Me encantaría, me declaro absolutamente Parriano, pero la última vez que hice una alusión a él aquí, nadie la tomó en cuenta, y como quería disparar una flecha certera, esta no era la ocasión de hacer un posteo que nadie leería.

Al día siguiente prendí la TV y me quedé viendo en el cable el reality "Atlas, la otra pasión" de T Y C, que como ya sabrán varios, cuenta las desventuras y precariedades de un equipo de cuarta división en Argentina, que para esta temporada cuenta con camisetas Nike y sponsors de un club, al menos de segunda. Los panaderos, colegiales, obreros y dependientes miembros del club semiprofesional donde con suerte cobran cada mes, sonreían como infantes al ver a las modelos que Nike hizo vestir con los colores de su club. Pero tampoco era para escribir más que este párrafo sobre eso.

Ya había llegado el jueves, y mi hermana C se devolvió camino de ir al colegio para que le firmara una comunicación ( mi madre había partido al trabajo) autorizándola a ir a una actividad que no recuerdo. Tuve ganas de fumar, imperiosas como solían darme en verano, pero fumar de mañana me hace mal, y ganas de acordarme sobre la ley de tabaco, no tengo. Ya me es suficiente problema fumar en casa, sea en Valdivia o donde mi madre: sufro de gastritis y cada cigarro me hace recordar que no debo hacerlo después de haber botado la última ceniza.

Volví a Valdivia y debí encerrarme a trabajar. Lo que tuviera intenciones de escribir, debía transformarlo en fuerzas para adornar lo que había escrito para la revista. Fueron cuatro tardes enteras de trabajo. La primera, tenía mucho sueño a causa del trasnoche del viernes. Comí mucha pizza con mis compañeros y me di cuenta de que este año he conocido varios pares de personas excelentes. Saliendo de la U, creí que la lista de amigos se iba cerrando.

Afortunadamente, se fue abriendo, y con gente que estaba increíblemente cerca. Pensé en eso y en lo increíblemente entretenida que suele parecerme el blog de Marisol García (http://marisolgarcia.blogspot.com), y porque tiene el ingenio para hacer de su espacio algo entretenido aún teniendo mil cosas que hacer. Y recordé lo guapa que la encontré tras ver su foto en el diario.

Esa noche también dormí poco. Al día siguiente debía ir al funeral del padre de un compañero, y simplemente no pude por tener que terminar trabajo atrasado. A esas alturas, ya era un zombie. Me desparramé dos horas en la cama y pareció ser nada. Antes de que pudiera pensar en pensar, en ponerme el nombre otra vez, mi compañero de casa anunció la visita de un segundo amigo junto a su novia. Nos quedamos hasta altas horas tirando la talla al calor de algún botellón del que no probé gota; otro domingo se me iba conversando y me parece estupendo. Ojalá vengan el sub-siguiente.

Ese día se me cambió el sueño. Aguanté hasta alguna hora del lunes en que ya daban matinales. Desperté a una hora vergonzosa. Me dormí a una hora impurdente no sin antes haber puesto las últimas comas a un trabajo y haberme juntado a discutir con colegas. Al día siguiente no existí. Fumé demasiado y no pude arreglar un problema con este computador.

Ahora lo arreglé y sigo sin saber de qué escribir. Pero sigo pensando que es bueno largarse. Como ya les conté. Me puedo ir a dormir tranquilo.


PD: Siempre he sido de hablar de cuestiones más bien nimias o cotidianas en este blog. Una de mis bandas favoritas son Los Tres y cuando fijaron su regreso, pensé en escribir después del concierto de Santiago, al que no pude por problemas de última hora. Fui al show de Valdivia y con disco en mano, se puede comentar algo, aunque parte de eso lo dije al hablar del disco "Fome". Por mientras, un caramelo, un poco amargo eso sí.



posted by Bic desangrado, 3:43 a. m. | link | 1 comments |

Eras linda (o más) hasta que abriste la boca...

lunes, agosto 14, 2006

... y se te ocurrió cantar .Aislaré el recuerdo de Lizzy McGuire. Cada vez me queda más claro por qué las rubias no me gustan del todo.


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posted by Bic desangrado, 10:31 p. m. | link | 3 comments |

miércoles, agosto 09, 2006

Esta entrevista, que me pertenece, apareció en la edición de julio de revista valdiviana Región 14. Por razones de espacio, apareció reducida, al punto que el entrevistado, en parte, se disgustó. Para hacer justicia con él, acá va publicada casi íntegramente, en una versión que sigue siendo "jibarizada", ya que nuestra conversación duró más de tres horas.

Germán Arestizábal, uno de los dibujantes más renombrados de todo el terruño chilensis, fue para mí, desde pequeño, un personaje misterioso; no por qué y cómo dibujaba (eso sería un misterio tardío), sino porque solía frecuentar un bar situado frente a mi casa, en Castro, a un costado del centro cultural en el cual él solía exponer. Un hombre de barba, bototos con cordones verdes fosforescentes, abrigo largo y, circunstancialmente, con un loro en el hombro, paseaba y escondía detrás del cigarro y la copa la entrañabilidad de aquellos que poseen gran sutileza mental, y que te sobrepasan cuando pretendes plasmar una conversación con ellos en algo, a la postre, tan nimio como una revista.



“Valdivia y su tos”


No es el río, ni las aspiraciones de capital regional de nuestra ciudad, las que ligan a Germán Arestizábal con este terruño. Movimientos convulsivos, resabios de su época de fumador y acentuados por el frío local, son, según el dibujante y arquitecto, su característica más valdiviana. Reacio a hablar de sí mismo, nos contó historias en las que se ve involucrado tangencialmente, mientras el Chavo del Ocho, Jorge Ojeda y Carlos Gardel, salen al baile en medio de la decrepitud de un hospital.




En algún poblado mexicano, cercano a Chiapas, durante la lucha revolucionaria de principios del siglo pasado, nació un niño con un lunar en una nalga, el que según los presentes, era el vivo retrato del rostro de Cristo.
Guadalupe Posada, dibujante del periódico “El Revolucionario” e ilustrador de viñetas satíricas, debió partir hasta la casa del recién nacido y arreglárselas para reproducir a lápiz y luego imprimir en papel el lunar del pequeño.
Palabras más o menos, así introduce la conversación Germán Arestizábal antes de mostrar la caricatura que hizo de su fallecido amigo, el poeta y cuentista Jorge Ojeda. Emulando las técnicas de Posada, reprodujo esa “forma esperpéntica de caminar que tenía en los últimos días. Se apoyaba en dos bastones, y avanzaba con la espalda arqueada y la pera hacia delante. Tal como tú ves aquí. Y mantenía ese peinado gardeliano”, dice indica con los dedos el por qué de cada detalle del dibujo.
“Este dibujo es un “In memoria”, sin “m” final, sin esa pomposidad que buscan algunos con el latín. Un “In memoria” no como el de los diarios, porque del diario se acordaron de Jorge recién cuando estuvo enfermo y falleció; ahí vinieron a preguntarme por él”
Agrega con picardía que su gran amigo “en realidad, nunca fue remero, eso es un mito. Nunca. Fue siempre timonel y dirigía a los demás a chuchada limpia. Él no se movía más que eso”.
“Ya me largué”, dice sonriendo y dando el pase para iniciar la entrevista.

Licencia de conflictivo

Germán Arestizábal nació en Santiago hace 63 años, y tras crecer en Osorno, estudiar arquitectura y hacer clases en Valparaíso, Costa Rica y El Salvador, volvió a Chile y antes de instalarse en Valdivia, en 1994 (“por ninguna razón especial”, según confiesa”), vivió en Castro y Santiago entre los `80 y los primeros `90.
Por todos esos lugares esparció su colorida obra, en base a lápices de colores y tinta china, en la que perfectamente pueden convivir un automóvil Crysler de 1950 y unas hermosas piernas de mujer sin torso, o el Gato Félix, o Juan Charrasqueao. O Gardel. O el rostro del Chavo del 8, perpeplejo ante la llegada a la sala del profesor Jirafales.

“Los perros y el destino te esperan”, dice al pie del dibujo en homenaje a Jorge Ojeda. Este es uno más de la serie “De hospitales”, lugares donde Germán Arestizábal sacó “licencia de conflictivo”.

“Un día partí a la posta, a sacarme una muela, y me pareció increíble la aparente indolencia en la que tienen que moverse los funcionarios de un hospital, la miseria humana en que viven ellos, que tienen que adoptar esa conducta, y nosotros, que al llegar ahí, nos sentimos pésimo”

“Años antes, tuve que operarme de una hernia. Esa vez me gané la fama de conflictivo, por mandarlos mucho a la chucha. Nada funcionaba; para pararte a ir al baño, a duras penas, tienes que ir con el suero puesto en la única parte de la vena que no te han perforado. Encima, las rueditas de la famosa bomba no andan. Faltan camas para los que vienen después. El baño está sucio. Ahí me di cuenta de que nada había cambiado en años, por mucho que en la tele dijeran lo contrario”.

Antes de largar esa última oración, se ríe, y estira su brazo para mostrarme el diario. “Pepe Donoso decía que lo único que nunca, pero nunca cambiaría en Chile, serían las páginas sociales de El Mercurio”.

Muestra la portada del suplemento Artes y Letras, donde sale Raúl Zurita “marquetéandose” y haciendo gala de la pomposidad que a Arestizábal le carga. Eso, justo antes de hacer una pausa casi litúrgica dentro de la conversación para escuchar una canción de la cantante de bossa nova Maissa Materazzo.

Es el hospital del Chavo…

Noviembre de 2000: Germán Arestizábal acumula cerca de 40 exposiciones colectivas y decenas de muestras individuales, además del libro recopilatorio de su obra denominado “20 años de circo”. Sin embargo, la salud nuevamente le hizo una gambeta para volver donde un viejo conocido: el hospital.

Tres nuevas intervenciones quirúrgicas en diez días y el consiguiente reposo, no consiguieron dejarlo inmóvil. Mientras rengueaba contra el servicio público, se dio maña para ver en televisión todos los capítulos posibles de “El Chavo del 8”, el que hasta hoy sigue pese a los cambios de horario.

En 2001 dijo que “la vecindad está llena de lo que Vinicius de Moraes llama gente humilde de una belleza que es pura verdad, pero que no todos pueden ver”. ¿El resultado de la afición a las cachetadas y las rentas impagas? 15 dibujos del tamaño de un televisor de 20 pulgadas que fueron exhibidos gracias al Fondart en la Sala Amigos del Arte de Santiago bajo el nombre de “Tenía que ser el Chavo del 8”.

“Me parece hermoso que pasados 30 años aún podamos disfrutar de este humor tan completo, tan madurito. Por ejemplo, en el dibujo que está ahí – indica la pared-, está la clásica escena en que la Chilindrina anuncia al profesor como en el cuento de Pedrito y el lobo, y cuando Longaniza finalmente llega encuentra todo en desorden. Ahí está retratada la perplejidad del Chavo y sus amigos”. Recuerda además que en ese capítulo, Don Ramón termina sentado en un banco de la sala aprendiendo con los demás.

“La realidad de la vecindad es muy cercana a los antiguos cités de Santiago o Valparaíso, pero no dista de tanto de los barrios de hoy, donde el Chavo del 8 perfectamente podría estar viviendo.

Cuenta que ha visto todas las entrevistas que le han hecho en Chile a Roberto Gómez Bolaños en el último tiempo. Responde que no conoce al jugador de fútbol que celebra sus goles con la camiseta del Chapulín o con el sombrero de Don Ramón. Pero a despecho de Chamagol González, como buen tanguero romántico, recuerda textual una confesión de Florinda Meza: “El primer beso que le di a Roberto, fue en el Estadio Nacional de Chile, en una gira”.

Otro repentino ataque de tos pone la tercera pausa y final de nuestra conversación. Mientras se arregla la bufanda, el pintor dice “no creas que la uso por mera coquetería. No puedo despegarme de ella para no dañarme más la garganta”. Echamos un vistazo a los recortes de prensa que guarda en una carpeta. Me entrega también una copia del cuadro del Chavo que tiene colgado en la pared de su taller.

Al salir a la calle, Arestizábal se despide afectuosamente y entra de nuevo en su casa para escapar del gélido frío reinante. También, para escapar de la tos, característica que para él, resulta más valdiviana que el propio río.



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posted by Bic desangrado, 2:18 a. m. | link | 2 comments |

domingo, agosto 06, 2006

Podría estar lamentándome de no haber nunca aprendido a hacer bien una gambeta. Y no lo hago ahora porque tuve cinco años para eso. Para eso y para llenarme las manos de sabañones porque me amanecía en el frío escribiendo a cosas que hasta hoy no lee nadie. Cuadernillos en los que el ensayo-error- horror me iban moldeando, no en un sentido forjador del talento, sino hundiéndome en parte en retazos de historias rebuscadas, mientras, como todo el mundo, fui perdiendo gracias a la adolescencia toda la virtud de la niñez que con o sin jardines infantiles mediante, tenemos bien puesta en la sonrisa de dientes de leche: la inocencia, la indolencia, la ternura, la solidaridad, la pequeñez, viveza, picardía y todas esas cosas enumerables que se nos van extraviando apenas aprendemos a regatearlo todo.

Tener cuatro o cinco o seis años, es tener la puerta a poder ser de todo en tu vida, determinado por circunstancias o escenarios (o posición social, en el más rudo de los casos). Lo cierto es que a esa edad puedes convertirte en un violinista si tienes la suerte, en un astrofísico, un tenista de fuste o un buen prospecto de cocinero o empresario. Yo quise ser dibujante, músico, escritor, astronauta, relator deportivo, vendedor de café en un estadio, futbolista, pintor y todo con igual convicción.

Si a los cuatro o cinco o seis podías serlo, a los ocho o nueve ya lo querías y empezabas a optar, sin contar con que el dinero, el tiempo, la frivolidad, la madurez tardía preadolescente, las espinillas, el desgarbo, la fealdad, la burla o el mal sueño iban a ir pateando hacia un lado esas intenciones. Menos aún se podía suponer que la introspección, la tontería, el no haber perdido la virginidad cuando quisiste, el haber rechazo el primer trago o haber tosido después de inhalar el humo de un cigarro suelto podían quitarte las ganas de seguir intentando. Sólo va quedando ser buen amigo, si el resentimiento te lo permite.

Sólo va quedando hacerte el tierno con la niña que bien miras de día y que de noche te hace avergonzar de sólo imaginarte tocarla como a las sábanas en penumbra.

Sólo empezar a blandir un lápiz (devenido en un teclado). De a poco no te van quedando más que un par de buenas ideas. De a poco no te va quedando más que la pobreza de tus malas borracheras, un estómago mal cuidado por no tener hábitos de horario ni al comer ni al dormir ni al estudiar, la columna chueca, las cicatrices del acné, la gordura instaurada y la calvicie incipiente.

Y claro, también, un mal promedio de notas en la universidad.

Sólo quería ser, desde los ocho años… perdón, hacer, ejercer ese mismo oficio que más tarde supe que mi abuelo también se había encargado de materializar en algún lado. No me atrevo a nombrar ese oficio. Me gusta mucho y hoy suena muy pomposo nombrarlo; más aún la palabra que da el título universitario a quien lo ejercer.

Fue lo único que me quedó. Detesto el olimpo universitario y academicista, pero como fue lo que terminó restando, sólo queda resignarme a que lo estudié y lo estudié mal. Espero ganarme bien la chapa (no el título) del oficio.

Insisto en no poner el nombre. Llamémosle “ofiSio”. Estoy seguro de que si ese oficio hablar se estaría riendo pícaramente de ser denominado “ofiSio”.



Es lo que nos va quedando y mejor lo dejamos así.


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posted by Bic desangrado, 4:23 a. m. | link | 1 comments |