canasto de gatos

Con ese encabezado no quiero arrogarme un título pomposo de nada. Pero me lo gané. Creo que soy un licenciado en el arte de "perder el tiempo". Un "Experto en perder el tiempo". A la luz de las cosas, el no hacerlas parece ser mi pasatiempo favorito, por más que programe cosas nimias que me mantengan ocupado.

Soy un tipo con casi nula autodisciplina, según veo en mí. No me convenzo de que perder el tiempo sea mi pasatiempo favorito, porque me complica, me da rabia tener que pensarlo, pero creo ser un tipo flojísimo, que antes no era o estaba menos cerca de ser.

Entonces se me pasan los días, o el tiempo sin hacer lo que me pica en los sesos. Sin haber escrito esas cosas. Porque necesito escribirlas. Siento que si las hablo, no es lo mismo. La voz y la pronunciación son pésimos cómplices, y creo que los dedos, ya sea para teclear o empuñar un lápiz, se llevan mejor con la mente para tener la fineza de expresar determinada cuestión. Rara vez termino contento con mi actuación después de defender un punto de vista en una conversación, sea pacífica, virulenta o si es que yo terminé imponiéndome sobre mi contraparte, oralmente hablando.

Entonces, si no las escribo, sólo estoy desperdiciando minutos.

Tenía pensado escribir sobre el puente que ¿se iba? a construir sobre el Canal de Chacao, porque afecta directamente a la isla donde viví casi 20 años, pero la vieja pasó y otro ya escribió en gran parte lo que yo quería decir

Por el momento no voy a publicar nada que tenga conexión con el posteo sobre mis discos favoritos, ya sea los que faltaron o los discos o cantantes que derechamente no soporto. Ese post quedó fomísimamente escrito y encima, blogger no me dejó ilustrarlos con fotografías que distrajeran de esa pesadez textual. Más adelante, espero, poder presentar mi desprecio a Ricardo Arjona o La Oreja de Van Gogh.

Como esta presentación de experticia en dilapidar tiempo es casi un compendio de lo que hice y lo que no, aviso a que quienes hayan leído la revista Región 14 (sólo para valdivianos, porque aún no está arriba la página web), pienso poner acá un texto completo y más largo de una de las entrevistas que aparecen firmadas por mí. Mientras, pueden deleitarse viendo las obras del entrevistado en cuestión en www.arestizabal.cl.

Una de mis grandes amigas, me dijo el domingo "me imagino de qué se tratará tu post de mañana en el blog". Se equivocó. Pero no por eso, iba a dejar pasar este acontecimiento.
















Tan sublime acontecimiento. Por las 12 camisetas que he juntado en mi vida desde los 7 años. Porque es necesario tener nada para poner el corazón y tripas y celebrar junto al mito de la tienda blanca. Porque las marraquetas del desayuno han sido casi siempre blandas y el té me ha sabido dulce más a menudo de lo que otros quisieran. Porque poco importa la atrofia sensorial de los que consideran que el ser hincha es una tontería, una chulería.

Estoy inmensamente feliz, y sólo me queda hacer partícipe de mi felicidad a una de las tres personas que más quiero, que ha sabido aguantar como nadie este fanatismo y hasta lo ha compartido conmigo.

Con ustedes http://soloparaclientes.blogspot.com

Este es un post bastante viejo, pero me gustó y es el único que estaba extrañamente guardado en un pc ajeno de todos los que escribí en las versiones anteriores de este blog. Si quiere, repítaselo y si no váyase .



LuisMi

Incluso más presentes que algunos de los millones de recuerdos que tengo de mi infancia en Castro, llegan a estar ahora algunos pasajes de mi vida en Temuco, cultivados en las constantes visitas que hacíamos a la parentela. Hoy, que después de casi dos décadas mi familia retornó a la ciudad natal, de a poco han vuelto a mi mente episodios omnipresentes de mi primera decena de años.

El mío no es un caso aislado. Mi hermana también nació en Temuco, y pese a lo inhóspito que llegó a ser para ella el instalarse en un lugar, que por mucho que sea donde hayas nacido, sigue siendo apenas un conocido de vista, ha tenido ciertas regresiones. Lo comprobé el día en que, como muchas veces, partió a caminar sola y volvió con una foto entre las manos. Era diciembre, el calor de entonces ya auguraba las insoportables temperaturas de más adelante, y una decena de Viejos Pascueros estaban instalados en diversos locales. Ella acababa de fotografiarse junto a uno de ellos, y recibió su registro desde una máquina polaroid, que entregó el papel humedecido.

Me enterneció ese acto de ella, sobretodo porque ya a los dos años, era capaz de darse cuenta de las diferencias de los Pascueros de cada cuadra del centro temucano, advertida por el color de sus botas. Yo hace unos días, tuve mi propio salto al pasado.
Salí de una galería, en cuya puerta había un tipo cantando, a veces con un falsete forzado y la mayoría de las veces con tono desabrido, ataviado de un parlante y un karaoke en base caset; una postal clásica.

Compré un cigarro suelto en el kiosko que estaba a un par de metros y esperé a que me prestaran un fuego. Me quedé mirando su “espectáculo”. Detrás del terno azul marino, bastante gastado, detrás de las canas y comisuras marcadas, descubrí a un personaje al que solía mirar cuando todavía no cumplía los diez años. Era nada menos que el Luis Miguel, que allá por el 88 cantaba acapella, con un lápiz bic simulando un micrófono y atentando ante el más mínimo concepto de afinación. El terno ya era parte del espectáculo de entonces. Jamás supe su nombre, salvo su apelativo de LuisMi; según mis familiares, “le faltaban gramos pa`l kilo”, cuestión que a mi corta edad podía advertir por la solemne presentación que hacía antes de cada tema, como si un par de minutos después fuera hacerse de una gaviota de plata.
Una vez, grande fue mi sorpresa cuando lo vi aparecer, con terno y lápiz de pasta en una calle de Castro. “Andará de gira”, dijo mi viejo detrás de una risa socarrona. Hoy, que lo redescubrí en la misma calle que hace algunos lustros, el repertorio contempla temas de Cristián Castro, Los Ángeles Negros y Mario Guerrero.

Me quedé a escucharlo, con la secreta esperanza de que algún tema de LuisMi saliera de su voz, para ver si se venía a mi mente alguna escena de “Fiebre de Amor” y así poder recordar los mocasines que pedí a mi mamá para parecerme al ídolo mexicano. Las pistas que musicalizaban la salida de la galería eran como sacadas de un día domingo en la mañana en un supermercado cualquiera; un orquestado plano y plástico, con baterías grandilocuentes en el coro.

Ya había comprado el segundo cigarro y estaba decidido a caminar de vuelta a mi casa, cuando, con su destemple de antaño pero con mayor fuerza en los pulmones, el cantante callejero comenzó a entonar “Palabra de Honor”: “Al comienzo de una vida, una calle sin salida y yo... uooooooooo”. Tosí de risa y me tragué el humo, al tiempo en que respiré tranquilo y aliviado, mientras con una sonrisa complica seguí la letra de la canción. Para mi sorpresa, la base de ésta superaba bastante los karaokes anteriores, principalmente porque cuando el tipo cantaba “Te voy a olvidar, palabra de honor”, de fondo sonaba insistente un coro femenino que decía “Te amo, te amo, te amo, yo te amo”. Siguieron “Tú y yo, dos enamorados” y una serie de “hits” de la etapa adolescente de “Micky”, cantadas por este cuarentón, que según pude ver, conservaba en medio de sus canas el corte de pelo con mechones sobre el rostro, que ocupaba el cuate en esos años.

Apenas llegué a mi casa, bajé la canción. Y saqué del clóset los mocasines con hebilla, que heredé de mi tío y que jamás ocupé. Espero encontrar al LuisMi temucano esta semana para obsequiárselos. Mi próximo paso, será esperar a diciembre para la foto con en el Viejo Pascuero.

- ... era la huevá que faltaba, tener de juez a un actor porno de cuarta - dije durante una sobremesa de almuerzo en mi casa, mientras vivía en Castro. Corrían los primeros meses de 2003 y el juez Carlos Klapp venía trasladado desde Aysén, después de estar suspendido de su calidad de magistrado, luego de, valga la redundancia, haber sido protagonista de magistrales fotografías en las cuales era agasajado, mientras dormía, por un par de prostitutas.

- ¿Tú conoces al juez Klapp?- me respondió inquisidoramente la señorita T, amiga de mi familia, abogado, que actualmente también es juez- Es un viejito, es cosa de mirarlo, yo creo que no tenía ni idea de donde andaba. Entiendo lo que dices, pero creo que le hicieron trampa.

Algo así fue la respuesta de la señorita T, a quién quiero en demasía y considero lo suficientemente inteligente para creerle casi ciegamente. En realidad, me importaba un bledo que se fuera a meter a casas de putas, siempre y cuando no condenara después en base a eso. Sé que su cargo no se lo permite, pero personalmente considero más inmoral que en los cabarets, night clubs, lupanares, lenoscinios, burdeles o golpeaderos (¿algún otro sinónimo?) cobren seis o siete veces el precio de una cerveza o trago cualquiera, a que salgan mujeres bailando que luego cobren por servicios sexuales.

Lo que me molestó de este tal juez Klapp fue que dijo tras investigar las 12 extrañas muertes de jóvenes en Aysén, un pueblo que es sólo un poco más chico que Castro: "los jóvenes en Aysén se suicidan ante la falta de expectativas y oportunidades".

Esa declaración me emputeció. Sobretodo porque con eso, se le echó tierra a los casos de personas que aparecieron flotando en un río, mientras la decisión de la justicia era cuestionada por la opinión pública y los medios. Y también, porque en cualquier día, desaparecía alguien en Castro (podía ser yo, porque había congelado mis estudios y "no tenía expectativas") y la explicación iba a ser la misma.

Ante semejante pachotada, lo del viejito durmiendo mostrando su piel trémula mientras dos chiquillas sonreían a su lado, era una estupidez.

Pero este caballero, parece querer demostrar que, así como es de huevón para manejarse públicamente a nivel de prensa, lo hace en su vida privada. Hoy resucitan en mí las sospechas de que se fue putas una noche cualquiera; pasó suficiente tiempo y un juez fue removido en 2003 por frecuentar saunas gay, mientras una magistrado debió dejar su cargo por ser lesbiana: Klapp debe haber dicho "me salvé".

No contábamos con su astucia. Al parecer, el caballero llamaba desde una línea telefónica del juzgado de Castro a teléfonos eróticos en que imagino, las aguardentosas voces trataban de revitalizar el miembro del caballero a punta de arrumacos, ya que por casas de wifas no se debe haber aparecido más. Los medios que vi no sabían precisar si se trataba de un celular o una línea fija.
Cabe la posibilidad de que algún funcionario cercano, un nieto califa o quizás quién, haya ocupado dicha línea para satisfacer sus deseos a distancia, sin saber el perjuicio que provocaría en el ya atribulado prontuario del juez.

A la acusación anterior, se suma el que Klapp habría traspasado un departamento entregado a un familiar un departamento cuyo arriendo era pagado por Bienes Nacionales hasta la semana pasada. Según rumores, dentro del habitáculo se habrían producido constantes desórdenes nocturnos.

Están las cuentas como documento, el diputado Fidel Espinoza dice tenerlas. Klapp se defiende diciendo que no habría hecho algo así sabiendo que aparecería en registrado en algún lado.

A lo mejor, Klapp se protege y niega, aún cuando fue capaz de ser tan gil como para llamar por un monto de 250 mil pesos a las líneas calientes. O fue muy huevón como para dejar que otro ocupara su teléfono en eso. O derechamente, Fidel Espinoza lo está quemando en la plaza del pueblo a costa de una mentira.

Juzgue usted.

No diré lo que me tinca.

Pero si Espinoza está mintiendo, está yéndose de putas. Y el cargo de él, sí que no permite este tipo de deslices.

A usted, ¿qué le tinca?