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canasto de gatos

telonear la gran mentira

Quedarse callado

miércoles, marzo 14, 2007


Me decidí a volver a publicar. Lo tenía proyectado desde, más o menos, un mes después de consumada mi desaparición. La idea era tomar unos días de respiro, y de ahí en más, ponerme a escribir sobre el cansancio, la llegada de un nuevo año, el amor, el odio, la calvicie, los desórdenes en el sueño, adicciones y lesiones óseas. Todas, cuestiones que estaban (algunas aún están) dando vueltas a mi alrededor.

La matriz de todo eso sería el nuevo año: el iluso pensamiento -pero siempre abierto para aferrarse- de que cuando se renuevan los ciclos temporales formales –digamos, proyectados en un calendario-, puede también renovarse, reiniciarse o formatearse uno mismo. Pero no. Al menos en mi caso, los años pueden terminar dos meses antes o dos meses después, me da lo mismo empezar mal un lunes sabiendo que hay un martes y un miércoles, y muchas veces me termina dando lo mismo a qué hora se inicia o se cierra el día. Pero para este año, necesitaba rebobinar la cinta y empezar grabar encima de ella, otra vez y con mejor imagen/sonido.

Como sospecharán, nada pasó como hubiese querido, si se trata de formateos y de mi idea de no abandonar el blog. Y es que sobrevino la necesidad de quedarme callado. Callado y sin pensar mucho. Callado sin estar haciendo el ejercicio mental del que se calla para volver en grande con una alocución elocuente. Con los sesos en el congelador, sólo podía darme cuenta de lo cansado que estaba, y que son pocas las alternativas ante esa apatía. Tal vez, la única sea el esperar a que se pase. No valen los esfuerzos por querer salir al mundo como un tigre enjaulado, porque a media cuadra de la jaula se puede estar con ganas de sentarse un rato o quedarse tirado en la esquina. Aún cuando alrededor pululan las ofertas de aquello que a uno debiera levantarle las ganas.

Me repugnó ver noticias. Si había un partido de la quinta división de cualquier lugar de Asia, dejó de importarme. No me esmeré mucho en escoger la música que iba a andar trayendo en el pendrive. Leí un par de libros entretenidos, pero tampoco tanto. No me podía parecer más insulso leer los diarios y tener que enterarme de “lo importante”. Daba lo mismo tener opinión una u otra cosa. En realidad, haciendo o dejando de hacer ese tipo de cosas y una serie de otras, el panorama no cambiaba mucho a mi alrededor: seguía en el mismo departamento, con las mismas cosas, seguía mi desorden horario, las malas comidas, el carrete sin freno torpedero, las pichangas de todas las semanas y mis viajes a la casa de mi familia para tomar aire e hibernar más, debajo de todo el estado general de hibernación.

Entonces, no pasó mucho antes de que en realidad, no supiera qué leer en Internet, de qué escribir en este blog, qué música bajar, con quién hablar y qué ver en la televisión. Y en tiempos en que las gónadas nos crecen de tanto Transantiago, niños secuestrados, noticias mal presentadas y bandas que prometen mesianismo musical desde Inglaterra y son puro bluff, creo que el sentimiento de “estar-preocupado-de-lo-que-pasa-alrededor” es perfectamente empatable a permanecer casi vegetal. A preocuparse mejor de ver SQP, calentarse con la Olivarí bajándose los calzones, atender al Festival de Viña, sacarse los mocos tendido en la cama, fumar mirando por la ventana, jugar en el computador, no afeitarse y no arreglarse la quemada a lo camionero.


Hice casi todo eso y dio lo mismo. El problema es que en algún minuto, uno vuelve a ser uno y no hay mucho remedio ante eso. Y no es mejor ni peor que lo otro. Entonces, se viene todo el proceso, no de tomar las riendas, porque es estética y prácticamente anticuado. Hoy, la cosa es algo así como agarrar un control de playstation, más incómodo y con mil botones que tienes que volver a saber para qué sirven, o simplemente, conocerlos en el momento.

Y en eso estamos. Jugando con el (des)control.
posted by Bic desangrado, 4:51 a. m. | link | 5 comments |